lunes, 12 de abril de 2010

Antiguos oficios y viejas caras


Vi la foto y pensé “Ya quedan pocas caras como ésta”. Acto seguido creí ver entre un costalero y un pescador tirando de la barca o de unas redes. O quiza era alguien que había cargado un peso con todas sus fuerzas, de ahí lo que llevaba en la cabeza, para no hacerse daño. “Ya quedan pocos oficios como antes” fue mi segundo pensamiento tras el de la cara.

Hoy posponemos la vejez, y hay algo de simple disfraz en ello, es cierto, pero también parece que las condiciones de vida son mejores. Cumplimos los 50,  llegamos a los 60 y 70 no sólo con un aspecto mas suave, sino a veces más sanos, menos machacados físicamente que nuestros antepasados, muchos de los cuales se dedicaron al campo, al mar, a la mina, a oficios de gran desgaste corporal que luego se cobraban su parte, a veces a edades tempranas, de todo había. En cualquier caso, yo me pregunto si el cuidado al cuerpo de hoy es real o no es más culto a la imagen, a lo de fuera, que es lo que acaba siendo más monocorde. Mientras miro esa cara, ay, Dios, esa cara, es única en su vejez, y tiene el consiguiente atractivo de lo que uno es sin nada.

Los viejos oficios, algunos de ellos, exigían un sudor y unas lágrimas constantes, forzar a la tierra con muchos esfuerzo para que saliera algo, horas y horas en el mar o bajo tierra, quemarse por el sol, pasar un frío de espanto, incomodidades continuas, también daban alegrías, claro. Hoy es diferente, mejor en muchos casos, ese sacarle a la tierra o al mar algo ha mejorado, se ha hecho más cómodo y, sin embargo, muchos oficios conservan gran parte de su dureza original, conllevan fuerza, contar con el tiempo, el tiempo del clima, -¿llueve, mucho, poco o nada?, ¿hace sol, el suficiente o quizá demasiado?, no podremos salir a faenar por el temporal, etc.- y el otro tiempo, el de las horas , los días, meses y años, ese que hace esperar y asigna también una tarea al tiempo adecuado… y a veces el tiempo de no hacer nada. El tiempo de no hacer nada, qué cosa más antigua y qué importante, tan de oficio, tan olvidado.

Hoy fuerza física, tiempo de sol o lluvia, o de horas y años, no significan mucho para quien se sienta en una oficina y mueve papeles. Tampoco tiene mucho sentido el tiempo de espera, no de simple inactividad o estar mano sobre mano. Es en el tiempo de espera en lo que los oficios antiguos estaban muchos licenciados. Un tiempo singular que no tiene nada que ver con el de los descansos o vaciones de hoy, los parones por razones de producción o el cafelito de media mañana. En esos espacios de tiempo de nada de antaño se contemplaba, se miraba, se pensaba,  era eso, un tiempo de silencio rumiado. El tiempo del pastor de mi pueblo allá en lo alto, mirando a lo lejos, el de mi tío con las vides, paseándose entre ellas, esperando, el de tantos marineros, tiempo interminable a veces...

Por eso al ver la espléndida foto de Rafael Simón sentí la atracción de ver a una cara real, no como todas, dura, arrugada, quemada por el sol, con el esfuerzo en ella pintada, cara vieja de oficio seguramente también viejo o ejercido como antes. Y, a la vez, al mirarla sentí sudor, las lágrimas o la blasfemia que sale a veces, o que yo he oído al menos, cuando no se puede cargar con algo de tanto como pesa, unos animales no hacen lo que tú quieres que hagan, el día ha sido un desastre y tras horas de faena no se ha traído nada o, maldita sea, el pedrisco acabo en solo dos horas con todo el trabajo de un año. Un año de trabajo que no sirvió de nada.

PS: Esta foto la colgaron los de la la Tertulia de los Mercuriales de Sevilla animando a cada uno de sus miembros a escribir sobre ella. Yo no soy mercuriala, pero me invitó Jesús Cotta a hacerlo. Como he tenido el placer de compartir con ellas dos buenas cenas,  me tomo la libertad que me dan, muchas gracias, caballeros.

3 comentarios:

  1. A mí este hombre me produce muchas sensaciones. Pero por encima de todas no lo encuentro un hombre viejo. Está curtido, gastado, es y habrá sido enérgico, muy guapo. Fíjate en los brazos, brazos de oficio antiguo, o no tanto, como dices. Y el pecho, ahí está su fuerza. Es una espléndida foto, pero no me habla de años. Creo que confundimos las arrugas con la vejez. Las arrugas son de gastar los gestos y del sol y de lo que no conocemos. Este hombre no es un viejo.

    ResponderEliminar
  2. pues vas a tener razón y encima el hombre no e viejo, solo arrugado... a ver si tiene 50 y he metido la gamba. Un abrazo, guapa

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tu visita. Me ha encantado tu entraday es verdad que esos viejos y sacrificados oficios son admirables, pero yo creo que la obligación del hombre es ir suavizándolos, aunque es cierto que esa suavidad conlleva la pérdida de muchos rostros y muchos corazones curtidos como el del hombre de la foto.

    ResponderEliminar

Y tú ¿qué opinas?